20 de diciembre de 2010

Hicimos boquetes para poder escapar, pobladores


El sol que apareció a las 5:50 de la mañana fue diferente: Iluminaba en todos los puntos de San Martín Texmelucan, Puebla, pero lo más extraño fue que "calentaba" hasta derretir el pavimento e incinerar los autos que estaban en las calles. Grandes columnas de fuego y un río que contenía lumbre hacían presagiar la desgracia.

La explosión de ductos del Complejo Petroquímico Independencia en Texmelucan, Puebla, fue un verdadero infierno para los habitantes del municipio. Según reportó el Sistema Nacional de Protección Civil, 28 personas murieron, 52 resultaron heridas, mientras que 32 casas quedaron en ruinas y 83 presentan distintos grados de afectación.

“Cuando me asomé por la ventana de mi cuarto, esto era un infierno", contó. Juan Carlos Fregoso, un poblador del municipio textilero. Las llamas se alzaban hasta la punta de los árboles, mientras que en las calles corría un río negro de combustible, "había mucho humo y el calor era espantoso", recordó.

Lo mismo señala el propio secretario de Gobernación de Puebla, Valentín Meneses, quien apuntó que una banda de delincuentes habrían provocado el incidente al perforar un ducto de Pemex; la maniobra se salió de control y el combustible se empezó a derramar, "vino un chispazo, eran ríos de fuego los que veíamos en las calles".

Boquetes en las paredes, "salida de emergencia"

La explosión levantó a los pobladores de la cama. Vidrios, autos y tanques de gas estallaron. Encerrados en un "horno monumental", los vecinos de la calle San Diego hicieron boquetes en la parte trasera de los hogares, pues las puertas que estaban frente a la avenida se consumieron en minutos. El pavimento ardía y se fundía, nadie podía caminar por ahí.

Una cadena de fuego liquidó todo lo que estuviera a su paso. Árboles, autos, animales, casas y seres humanos fueron alcanzados por las llamaradas. El color negro, el del carbón, vistió a este poblado ubicado a 32 kilómetros de la capital poblana. Las penumbras cayeron en Texmelucan, pues el humo cerró toda visibilidad tal vez para demorar la tragedia que después se vería.

“Ni zapatos llevamos. Cuando sonó la explosión agarré a mis hijos y nos salimos como pudimos a la calle para subirnos a la camioneta. Nos fuimos a San Nicolás y ya no regresamos hasta el medio día cuando vimos todo destruido”, expresó María Inés García Hernández, quien rememora que su perrito no pudo escapar y murió calcinado.

Vio la muerte de cerca

Las llamas llegaron. El calor era insoportable. La muerte tocó a la puerta y no esperó que le abrieran. Zoyla Pérez Cortés escuchó un estruendo y de inmediato tomó a sus hijos y les indicó que mojaran trapos y se los pusieran en nariz y boca, pues al asomarse por la ventana vio las columnas de fuego.

Ella y sus hijos se salvaron, pero su vecina no. Rocío ventura murió a un lado de Nataly Alí y Brian Ariel. El padre de familia no pudo hacer nada para rescatarlos. Hoy, él forma parte de los heridos, de las estadísticas, de los números del siniestro.

Fue como una erupción del "Popo"

Una estela de humo cubrió el cielo y se propagó a los municipios vecinos. En Cholula y Huejotzingo, ubicadas a 15 y 30 kilómetros de distancia del siniestro, los vecinos pensaron que el Popocatépetl había hecho erupción.

En los márgenes del río Atoyac un motel cerró sus puertas. No fue por la explosión. El fuego consumió el cableado eléctrico, dejando los portones del inmueble sellados y los usuarios tuvieron que colgar sábanas por las ventanas para poder escapar de la trampa.

Mientras tanto, las autoridades de todos los niveles pidieron a las personas no acercarse al lugar para facilitar el trabajo de los equipos de emergencia; pero cual señal contraria, hombres, mujeres, niños y ancianos viajaron a Texmelucan para ser parte de la noticia o por lo menos para mirar el poder de la explosión.

Con cámaras de video, de fotografías o el útil celular almacenaron en la memoria digital una de los accidentes más fuertes en la historia de Pemex, sólo opacado por el ocurrido en "San Juanico", el 19 de noviembre de 1984, ocurrido en Tlalnepantla. En aquel hecho, entre 500 y 600 personas murieron y cerca de dos mil resultaron heridas.

Todo se arregla con fe

Sentada en un sillón, Rita González pidió a la Virgen de Guadalupe protegerla. Su nieta le pidió levantarse de la cama y correr. Se levantó los más rápido que pudo y recorrió el trayecto para escapar de las llamas que ya le tocaban la espalda. No tuvo miedo, su fe le dio valor; mientras el cielo se iluminaba con fuego.