28 de julio de 2010

Protege tu piel y tu pelo del sol

Evitar permanecer en zonas descubiertas durante las horas de más calor, entre las 10 y las 16 horas, es una de las muchas recomendaciones típicas de las autoridades sanitarias en los días en los que las temperaturas estivales alcanzan los niveles más elevados.

Por otro lado, estar bajo los efectos del aire acondicionado puede disminuir el riesgo de padecer de agotamiento o golpe de calor e insolación. Asimismo, utilizar ropa que cubra la mayor parte del cuerpo ligera y de colores claros, además de sombreros de ala ancha, gorras y pañuelos alrededor del cuello, también puede ayudar a mantener baja la temperatura corporal.

AGUA Y PROTECTORES.

Otras recomendaciones propias de la estación es la ingesta de grandes cantidades de agua y otras bebidas no alcohólicas, aún cuando no se sienta sed, lo cual es importante para evitar deshidratarse.

Por último, las autoridades aconsejan evitar exponerse de forma excesiva al sol y utilizar loción con protección solar máxima con antelación a la exposición y volver a aplicarla de nuevo cuando se va a permanecer al sol por un período dilatado.

Estos consejos preventivos tienen en cuenta básicamente los efectos perniciosos de los rayos solares sobre nuestra epidermis. No obstante, durante los últimos años, el cabello se ha convertido también en un factor a proteger en esta época.

Según la española Ana Vara, especialista capilar, "cada vez nos preocupa más proteger nuestro pelo ante las agresiones típicas veraniegas como son el sol, el cloro de la piscina o el agua salada de la playa, que hacen que poco a poco se debilite".

El incremento de la concienciación de que es tan importante la protección tanto de la piel como del pelo contra los efectos del sol, agrega Vara, se ha traducido en el incremento del uso de protectores solares para el cabello.

Asegura que tratamientos como la mascarilla de ácido hialurónico proporcionan al pelo "una gran elasticidad e hidratación" y el protector solar que forma parte de sus ingredientes "protege contra las radiaciones aportando brillo y evitando la pérdida de color".

La creatina -ácido orgánico nitrogenado que se encuentra en la carne y en pescados como el arenque y el salmón- que ingerimos a través de una dieta adecuada acelera por otra parte el proceso regenerativo del cabello dañado y estimula la síntesis natural del colágeno, lo que lo fortalece y aumenta su resistencia a la rotura.
A pesar de las medidas preventivas, los efectos nefastos de los rayos solares harán estragos en la humanidad en un futuro no muy lejano, según opiniones de la comunidad científica.

Así, el calentamiento global provocará un aumento del número de casos de cáncer de piel que podría llegar hasta el cinco por ciento en Europa y un diez por ciento en América, afirma el presidente de la Comisión Nacional de Dermatología de España, Amaro García.

Estos porcentajes corresponden al aumento de los casos de cáncer de piel debido a la pérdida del ozono previsto por la OMS, una pérdida que el director del departamento de Astronomía y Meteorología de la Universidad de Barcelona, Jerónimo Lorente, vincula al calentamiento global.

"Si la capa de ozono se tendría que regenerar en 2050 ó 2060, por culpa del cambio climático podría no regenerarse o hacerlo a finales de siglo", dice Lorente.
Por ello, añade el astrónomo que para evitar el aumento de la radiación ultravioleta que llega a la superficie terrestre habría que disminuir las emisiones tanto de clorofluorocarbonados (CFC's) como de gases de efecto invernadero.

"Los datos demuestran que el número de cánceres está aumentando tanto en Europa como en el mundo", resalta García, "salvo en Australia", donde la población está muy concienciada y se toman muchas medidas de protección.

Además, en opinión de García, la radiación ultravioleta también puede atacar al sistema inmunitario, reactivando el virus del herpes simple o provocando un tipo de cáncer que sólo se da por la conjunción de la presencia en la paciente del virus del papiloma y la exposición solar.

La disminución de la humedad del aire provocada por el aumento de la temperatura y la disminución de las precipitaciones incrementaría, afirma el especialista, la incidencia y gravedad de los casos de xerosis, que origina una piel seca y descamada que puede llegar a romperse.

Este fenómeno también potenciará los casos de la dermatosis de baja humedad -una enfermedad que provoca irritación en la piel-, de dermatitis atópicas,-patología que incide negativamente en la función barrera de la piel frente a agentes externos- y de alergias, así como la profundización de arrugas.
La opinión de la comunidad científica sobre esta cuestión no es sin embargo unánime en absoluto.

Científicos estadounidenses y noruegos han publicado en la revista "Proceedings of the National Academy of Sciences" que, aunque reconocen que la radiación solar es peligrosa, una exposición moderada de la piel a la radiación solar puede ser beneficiosa para algunas personas al ayudarles a generar vitamina D que las protege de ciertas formas de cáncer y de otras enfermedades.

"Desde hace mucho se sabe que la radiación solar es la principal causa del cáncer de piel", recordó Richart Setlow, biofísico del Laboratorio Nacional Brookhaven del Departamento de Energía de Estados Unidos.

Sin embargo, el científico también dijo que en muchos casos esa misma radiación es el origen de la vitamina D en los seres humanos y desempeña una función protectora.

A través de un panel en el que examinaron la incidencia y las tasas de supervivencia de cáncer en diversas latitudes, los científicos indicaron que como resultado de una mayor exposición al sol los australianos que viven cerca de la línea ecuatorial producen 3,4 veces más vitamina D que los habitantes del Reino Unido y 4,8 veces más que los escandinavos.

Los científicos también descubrieron que la incidencia de otros tipos de cáncer, como el de colon, pulmón, mama y próstata también aumentó siguiendo esa línea norte-sur.

Sin embargo, cuando analizaron la tasa de supervivencia de esos tipos de cáncer, descubrieron que quienes habitan en latitudes meridionales tenían muchas menos posibilidades de morir de esa enfermedad que los del norte. Las razones de esta paradoja se siguen investigando.