2 de julio de 2010

Los mayas sabían que una parte de México antes fue mar

Hace millones de años, durante el último periodo de la era Mesozoica, una importante masa de agua se extendía desde el Polo Norte hasta México. Hoy se le conoce como periodo Cretácico, a aquel tiempo remoto en que apenas un 18 por ciento del planeta era tierra firme, y nuestro país era prácticamente un inmenso mar. Aunque todos estos conocimientos son muy recientes en nuestra civilización, un grupo de científicos ha encontrado hallazgos suficientes para demostrar que los mayas también sabían que su territorio, mucho tiempo atrás, fue un vasto océano.

Desde el año 2007, científicos de la UNAM y del INAH se han dedicado a develar los misterios de 31 fósiles marinos que fueron descubiertos hace 68 años, cuando la zona arqueológica de Palenque salió completamente a la luz. Luego de tres años de trabajo, los especialistas Jesús Alvarado Ortega (Instituto de Geología UNAM) y Martha Cuevas García (Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH) concluyeron que los mayas sabían que el suelo que pisaban fue en algún tiempo una zona marina, a la que quienes morían debían regresar tras abandonar el mundo.

Para tener presente este destino, los mayas incluían en las representaciones de sus dioses diversos objetos relacionados con el mar como dientes de tiburón, espinas de mantarraya, así como fósiles de peces y moluscos, que permanecían visibles en las paredes o escalinatas de estuco con el que construyeron edificios y templos, hace más de mil 200 años.

Alvarado y Ortega, con el fin de enriquecer las perspectivas en torno a su labor, conformaron un equipo multidisciplinario con Francisco Riquelme (estudiante de doctorado del Instituto de Geología) y a José Luis Ruvalcaba Sil )investigador del Instituto de Física). Estos dos especialistas tuvieron la misión de examinar los fósiles con técnicas que incluyeron microscopía de barrido, localización de "huellas químicas" y estudios físicos, para conocer la composición de materiales como huesos y estuco, utilizando técnicas avanzadas de fluorescencia y difracción de rayos X.

El grupo completo se avocó a trabajar con 31 fósiles hallados en 1952, un año de oro para la arqueología de nuestro país por ser el periodo en que Alberto Ruz Lhuillier encontró el hoy mundialmente célebre Templo de las Inscripciones. La mayor parte de estos fósiles estudiados formaban parte de rituales funerarios, como los dientes de tiburón y espinas de mantarraya, que fueron depositados en forma de ofrenda. Según estos científicos, a presencia de estos elementos remarca el concepto maya de la conexión entre el mundo marino y el terrenal.

Fósiles provenientes de la propia ciudad de Palenque

Alvarado, científico especializado en el área de paleontología, explica que estos fósiles corresponden a diversos periodos. Los más antiguas datan del Paleoceno, que tuvo lugar hace unos 63 millones de años. El grupo durante el periodo Clásico Tardío, entre los años 600 y 850 después de Cristo, era en que muy probablemente fueron hallados a su vez por los pobladores de Palenque.

Jesús Alvarado Ortega -experto en peces fósiles- realizó trabajos de prospección paleontológica para cotejar los materiales utilizados en esa zona con las rocas que contenían los fósiles, comprobando que eran los mismos. "Palenque está construido sobre diferentes formaciones geológicas, que son las portadoras de los diferentes materiales arqueológicos, como rocas que fueron utilizadas para construir la ciudad y que son las que tienen fósiles de peces en sus lajas", detalla el investigador.

El terreno actual de ese sitio es casi plano, pero se cree que los pobladores de esa ciudad maya modificaron la estructura de la región al extraer muchas lajas, y fue cuando encontraron los fósiles de 63 millones de años.

Alvarado Ortega remarca que hace cinco millones de años no existía Centroamérica como parte del continente, ni como la línea territorial actual conectada a Sudamérica y Norteamérica. "Antes, esa zona eran pequeños islotes y formaba corredores que permitían pasar a los organismos vivos; por ello, hay una mezcla singular del norte y del sur, y no es homogénea", recalca el científico.

El cambio del ecosistema marino al terrestre ocurrió por la dinámica del planeta. Un choque entre la parte norte y sur de América provocó movimientos en las placas tectónicas, que modificaron los niveles continentales respecto al mar, lo que favoreció la formación de una zona territorial intermedia.

De aquel tiempo datan los fósiles de peces, crustáceos, grandes tiburones, mantarrayas y tortugas que dejaron sus fósiles hasta la época en que los mayas los encontraron, para integrarlos a esa cosmovisión que consideraba una vida en la tierra y otra en el mar.

Para Martha Cuevas García, esta nueva investigación ha permitido realizar análisis multidisciplinarios de los fósiles, útiles para reinterpretar el conocimiento que esa cultura tuvo de un pasado marino que integró a sus creencias religiosas. "La existencia de esos fósiles nutrió la concepción maya de una ciudad marina asociada al inframundo", comentó la arqueóloga, y añadió que la idea central del trabajo entre el INAH y la UNAM fue comprobar si el contacto con esos vestigios aportó elementos a su visión del mundo.  FUENTE: MI MAGAZINE